Desde una edad temprana, a ciertas generaciones, se nos inculcó la idea de que el trabajo duro y la acumulación de riqueza son la clave para una vida plena y exitosa. Sin embargo, en la búsqueda constante por alcanzar ese ideal, muchos se enfrentan a una encrucijada: ¿es más importante trabajar y trabajar para acumular riquezas o tener tiempo para disfrutar del maravilloso viaje que es la vida? (A propósito de viajes, no te pierdas la historia final).

En un mundo corporativo altamente competitivo, la adicción al trabajo o workaholismo, lleva a muchas personas a sacrificar su bienestar físico y mental, así como sus relaciones personales.

Este comportamiento puede surgir por diversas razones: el deseo de destacarse en un entorno laboral altamente competitivo, la necesidad extrema de reconocimiento o simplemente la ambición de ganar cada vez más dinero.

Su impacto es profundo. Las personas que caen en este espiral a menudo experimentan altos niveles de estrés, agotamiento físico y mental, y una desconexión de las relaciones personales.

Según estudios recientes, entre el 27% y el 30% de la población global, hoy en día muestra signos de adicción al trabajo. Este comportamiento no solo afecta su salud, sino también la calidad de sus relaciones y su felicidad personal.

El costo del burnout

O agotamiento laboral (su significado en español), es una consecuencia común que padecen normalmente las personas workaholics. Se manifiesta como un estado de agotamiento físico y emocional, pérdida de interés por las tareas laborales y disminución de la productividad.

Un estudio presentado el primer semestre de este año en España por Digital Preventor, reveló que el 70% de los trabajadores españoles sufren de burnout, lo que demuestra la magnitud de este problema en Europa.

En América, el panorama no es para nada alentador. Según un reporte presentado este año por Gallup y publicado por el Diario La República en Colombia, el estrés laboral tiene a 48% de los trabajadores en EE.UU. buscando otras opciones de empleo y se estima que el 51% de los empleados en Latinoamérica enfrenta también dificultades relacionadas con el burnout, mientras que el 3% de todos ellos ya ha manifestado síntomas graves de agotamiento.

Estos datos reflejan una realidad alarmante: muchas personas, en su afán de amasar fortunas y sobresalir profesionalmente, están sacrificando su bienestar a cambio de lo que perciben como éxito.

Varias investigaciones indican que las personas que sufren de adicción al trabajo experimentan problemas de salud como: cefaleas, insomnio y sobrepeso, y un aumento significativo en los niveles de ansiedad.

El impacto en las familias es igualmente preocupante. Muchas personas que priorizan su vida laboral sobre su vida personal terminan distanciándose de sus seres queridos.

Se estima que las empresas con altos niveles de burnout también enfrentan una mayor rotación de su personal y mayores costos de atención médica, lo que afecta directamente sus resultados económicos.

Ante este panorama, te planteo dos preguntas: ¿Cuál es el tipo de vida que quieres?¿Vale la pena sacrificar tu salud, tus relaciones y tu felicidad personal por una carrera que te consume? La clave está en encontrar el balance.

Una pequeña historia para terminar: Un nómada que llevaba muchas horas viajando por un territorio desconocido para él, alcanzó a ver desde lo alto de una montaña un pequeño y pintoresco pueblo.

Mientras descendía por un camino empedrado, se topó con un pequeño cementerio. Cansado, decidió sentarse a recargar energías, y cuál fue su sorpresa cuando comenzó a leer los epitafios de algunas tumbas: “Aníbal, vivió 5 años”, “Elena, vivió 2 años”, “Juan, vivió 3 años”. Nadie superaba los 7 años.

Sentado sobre una roca, cerró sus ojos y comenzó a llorar conmovido por lo que acababa de descubrir. De repente un hombre se le acercó y le pregunto: “¿Por qué estas triste?” Él le respondió: “Veo que hubo una epidemia que acabó con todos los niños de este pueblo”.

Amablemente sonrío y mientras sacaba debajo del cuello de su camisa un cordón del que colgaba un libro miniatura, le dijo: “No llores. Déjame explicarte. En nuestro pueblo tenemos una costumbre ancestral. En este pequeño libro, escribimos cada momento feliz que tenemos a lo largo de nuestras vidas, incluyendo cuánto tiempo duró ese momento y el día que morimos, nuestras familias suman ese tiempo y ese consideramos que es nuestro tiempo vivido”.

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