Es sorprendente nuestra capacidad de reinventarnos permanentemente. Cada Revolución Industrial ha traído un sinnúmero de retos a la humanidad, que transforman nuestra forma hacer las cosas, nuestras economías, nuestra cotidianidad, nuestra forma de comportarnos, e incluso lo que significa “Ser Humano” se ha llegado a replantear en los últimos años.
A principios del Siglo XX, el 60% de los Norte Americanos dependían de la Agricultura para su sustento diario. A pesar de que su población aumentó exponencialmente en el último siglo, hoy por hoy, sólo el 4% de sus habitantes dependen de este sector. Queriendo decir, que gracias a la tecnología, hay más eficiencia en la siembra y recolección de sus campos, surgiendo además, cientos de oficios diferentes que han permitido mantener vital su economía.
En las últimas décadas, las industrias y los empleos han sufrido cambios vertiginosos con la llegada imparable de nuevas tecnologías, a tal punto que muchas marcas y corporaciones globales infortunadamente no han soportado este tsunami, y hoy ya no están ni siquiera en nuestros anaqueles mentales.
La Cuarta Revolución Industrial (4IR, su sigla en inglés), propone integrar lo físico, lo digital y lo biológico, lo que representa retos inmensos para los líderes empresariales de hoy.
El cómo abordar esta Transformación Digital es el desvelo de la mayoría de las organizaciones modernas. Se habla en cada mesa de trabajo del cual sería el camino más idóneo para lograrlo antes de que la competencia lo haga.
Desde mi óptica, no habrá transformación digital, si no hay una transformación cultural, y a su vez no será posible, si no nos transformamos como individuos. Debemos salir de nuestra propia zona de confort para lograr ser competentes en este nuevo mundo que está frente a nosotros.
Nuestra inteligencia no puede ser artificial, y para lograrlo, el conocimiento debe ser una constante. Siento apropiadas las palabras recientes de Leo Rafael Reif, Presidente de MIT, cuando le preguntaban acerca del futuro de la educación: “Se acabarán las carreras tradicionales. En lugar de pagar para ir a la universidad cuatro o cinco años, y recibir un título con información que ya caducó, entrar a la universidad será algo así, como comprar una suscripción a una revista. Vas a mantener acceso a cursos que te permitirán estar actualizado de por vida”. Es decir, dependerá de nosotros y de nadie más. Tendremos que aprender a aprender.
Las áreas de Talento Humano deberán trascender de su rol técnico y operativo, y convertirse en unidades estratégicas y creativas, para facilitar la inclusión de estas nuevas tecnologías a nuestro quehacer diario.
La robótica y la inteligencia artificial abren las puertas de un universo maravilloso pero desconocido aún para el marketing, e incluso para la ciencia. La ética será más relevante que nunca. A pesar de que ya se vislumbran grandes oportunidades que posibilitarán la generación de experiencias “cuasi mágicas” a través de dispositivos y plataformas, no podremos olvidarnos que todo lo que se desprenda de la tecnología, es imitable de forma casi automática.
En la medida que todo se vuelva digital, las experiencias humanas serán más importantes que nunca.