Una de las grandes enseñanzas que me dejó McCann, corporación para la cual trabajé por 9 años y por la cual siempre sentiré una inmensa gratitud por todo lo que me permitió aprender, es que una marca debe decir siempre “la verdad bien dicha”, promesa sobre la cual la agencia ha soportado por varias décadas su propuesta de valor.
Para el momento de su creación, la Responsabilidad Social Corporativa no era el desvelo de casi ninguna compañía, pero este slogan ha sido toda una declaración de trabajo ético y transparente desde la perspectiva comunicacional y de posicionamiento de las marcas con las cuales ha colaborado McCann a lo largo de su historia. También todo un ejemplo de consistencia y coherencia, inusual en nuestros tiempos.
Pasaron los años y jamás imaginaron sus creadores, que esta frase cobraría tanta relevancia como hoy, cuando los consumidores y usuarios comenzamos a reclamarle a las marcas (compañías pequeñas, medianas, grandes y globales) la producción ética de bienes y servicios y que fueran responsables con el cuidado del planeta a través de acciones reales, verificables y medibles, como requisito para la toma de decisión de compra, porque en un mundo de información abierta como en el cual vivimos, nada permanece oculto para siempre, en especial las mentiras.
Lo que más llama mi atención es que esa “lupa humana” permanentemente puesta sobre las acciones de las empresas y las marcas para calificarlas o descalificarlas, no aplique con igual rigurosidad para las personas que lideran nuestras ciudades, nuestros países y el mundo.
Vivimos inmersos en un mar de mentiras y promesas incumplidas, que aquellos a quienes llamamos políticos escriben en sus discursos para convencer a sus pueblos, incluso con “verdades muy mal dichas”, de que ellos son la mejor opción para liderarlos y guiarlos hacia un supuesto mejor futuro.
¿En dónde quedó la verdad? Las noticias falsas, las teorías de conspiración y la manipulación de la información se han convertido en una realidad imparable y creciente en la sociedad moderna.
Las redes sociales, los sitios web de noticias falsas y las campañas de desinformación han contribuido a la propagación de información engañosa. En este ambiente, la verdad se ve eclipsada por las narrativas que a menudo están diseñadas para manipular a las audiencias, quienes, muchas veces por falta de información, creen en las mentiras de quienes las diseñan con astucia. Peor aún, algunos (muchos) son conscientes de dichas mentiras y así y todo se convierten en borregos de quienes las construyen.
Mientras los gobernantes sigan mintiendo para su propio beneficio, jamás renacerá la confianza de las personas en sus naciones y sin confianza no hay progreso, sin progreso no habrá bienestar y sin bienestar no será posible alcanzar la añorada felicidad humana.
La verdad puede parecer elusiva en el mundo actual, pero debe seguir siendo un objetivo digno de búsqueda. Para encontrarla, debemos ser críticos con la información que consumimos, compartimos y generamos, estar dispuestos a cuestionar nuestras propias creencias y promover la alfabetización mediática en la sociedad.
Que prevalezca la verdad y ojalá sea siempre, bien dicha.
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