El amor verdadero es aceptar al otro tal cual cómo es, es un estado mental, es incondicional, es conquistador, es cómplice, es apasionante, es recíproco, es libre, se viste de muchos matices para sorprender, pero además, el amor verdadero se construye alrededor de experiencias que alimenten el alma todos los días.
Nos pasa igual con las marcas: Las aceptamos, otras veces las dejamos pasar con indiferencia, o realmente nos conectamos solo con algunas de ellas y hacemos un compromiso a ciegas para tenerlas siempre con nosotros. Lo que nunca notamos, es que son las marcas quienes nos eligen a nosotros y hacen que las llevemos a casa a través de las buenas experiencias que nos permitan vivir en cada punto de contacto que tengamos con ellas.
Según Richard Barret, autor de Liberando el Alma de las Empresas, los gastos anuales de empresas como General Motors, Exxon, Ford, General Electric y Mobil son similares o superan los gastos gubernamentales de Canadá y de la mayoría de los gobiernos de Europa. De las 100 economías más grandes del mundo, 51 son empresas globales y solo 49 son naciones. Datos muy comprometedores para la empresa privada, por eso la importancia de generar cultura partiendo de los valores individuales y conectarla con estrategias de marca que tengan impacto social más allá de cumplir exclusivamente con objetivos comerciales.
En la medida que logremos un mayor nivel de apego de las personas que trabajan con la marca por ella misma, los niveles de experiencia que tendrán sus clientes serán superiores, porque finalmente quienes logran trasmitir y conectar valores no son las marcas por sí mismas, son las personas que las representan.
Brand Engagement trasciende de un compromiso organizacional, a la unión emocional y afectiva con la organización para la que se trabaja y se combina con aquellos valores de los individuos que la conforman como parte de la estrategia.
Marca y cultura corporativa cada vez más tendrán que compartir un mismo escenario. La conciencia de la sociedad es tal, que las empresas ya no podrán refugiarse detrás de una máscara de valores que sus equipos de mercadeo comuniquen para vender sus productos o servicios. Cada vez más la gente no compra lo que haces, sino, que compra el por qué haces lo que haces.
Es el momento de llevar a las marcas a un contexto ideológico a través de acciones que tengan impacto en la vida de las personas, es la única manera de lograr que cliente interno y externo se queden con ellas por siempre.